Llamó 3 veces al timbre de aquella puerta. Llevaba
años ofreciendo y recibiendo ayuda por las casas y había conocido tanto amigos
como enemigos. Conocía a quienes le daban la posibilidad de entrar en sus
casas; a quienes directamente cerraban sus puertas sin ni siquiera querer
entender lo que decía; a quienes después de poner un gesto raro en sus caras
aceptaban las propuestas ofrecidas y también a quienes no se atrevían a
abrirle.
Sentía nervios, no era para menos una vez soportadas
las mentiras de la mujer del edificio de
al lado. También sentía miedo, especialmente después de que la cuadrilla del piso de arriba intentara su expulsión y humillación en las calles. De repente, recordó el doloroso golpe sufrido en 1986, así como la época en la que le prohibieron hablar. Pero no era momento de mirar atrás y allá continuó a la espera minutos, días, años, incluso siglos.
al lado. También sentía miedo, especialmente después de que la cuadrilla del piso de arriba intentara su expulsión y humillación en las calles. De repente, recordó el doloroso golpe sufrido en 1986, así como la época en la que le prohibieron hablar. Pero no era momento de mirar atrás y allá continuó a la espera minutos, días, años, incluso siglos.
Sabía perfectamente que sólo si permanecía fuerte
conseguiría su propósito: vivir libre y feliz. Al igual que en el barrio de
atrás, donde había trabajado sin perder la esperanza año tras año, y ahora
percibía en sus vecinos una alegre sonrisa. Llenó de buen ambiente las casas de
quienes abrieron sus puertas; un ambiente repleto de música, cariño, color e
ilusión. Se lo merecían. “También yo lo merezco”, pensó. ”Tengo el
derecho de ser feliz y hablar libremente, así que continuaré luchando. Ofreceré
experiencias nuevas, enseñaré nuevas formas de relacionarse y regalaré una
especial manera de crecer y educar a todas las personas que quieran venir
conmigo. Mis opositores deben reconocer el invencible poder innato que hay en
mí. Porque mías son las palabras y las convertiré en parte de quienes quieran
estar a mi lado”.
Llamó por tercera vez cuando pensó en la ocasión en la
que viajó al extranjero. Le recibieron
con los brazos abiertos en varios
países. Aprendió mucho al relacionarse con los demás y le encantaba dar a
conocer sus cualidades y características así como conocer las del resto. Se
sentía grande. Hacían que se sintiera grande. Pero aún tenía mucho por hacer en
su tierra, porque aunque muchos estimaban su existencia, había quienes
continuaban poniéndole impedimentos y obstáculos. Como si de odio, envidia o
asco se tratase. Fue por ello que volvió a llamar al timbre, esperando que
alguien que valorase y apreciase su presencia, le abriera la puerta.
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Bertzorduz, uskarara bazunien etseko bedean eta sartra utzu guniezun. Etsen, bazuntien aurrak eta gaxokatu egin zitiezun. Gero, buriuan sartra eitzu eta korti ez dieuzu erkitra eitzi, ez. Kor nei dieuzu uskarara. Buruti auara beizik ez, edo eskiuetra.
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