En
2015, más de 1 millón de personas llegaron a Europa tras realizar un
peligroso viaje. El 26% fueron niños y siguen llegando cada vez más.
Huyen de la guerra, la
violencia y la pobreza extrema en países como Siria,
Afganistán, Iraq, Somalia o Nigeria. Han dejado atrás hogares, familia, amigos,
escuela… para jugarse la vida en un tránsito hacia Europa lleno de amenazas.
Esta es una crisis con rostro de
niño: más de 1.500 niños han
muerto ahogados en el mar Mediterráneo, 23.000 niños están bloqueados en Grecia y miles de niños no
acompañados se encuentran en paradero desconocido dentro de nuestras
fronteras evidenciando fallos en los sistemas de registro y protección de la
infancia. La política migratoria europea complica aún más su situación; desde
el cierre de fronteras en los Balcanes, familias o
niños solos se ven obligados a permanecer largos periodos en centros de
recepción y de tránsito que fueron diseñados para estar solo unas horas.
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