EGITARAUA--PROGRAMA
Dicen que
es así. Aquellos que rondan por los altos de Elkorreta dicen que el silencio es
atroz, una brecha oxidada, una cruenta herida que padece el valle desde que
desapareció la voz. Dicen que es así. El silencio guarecido es de tal
profundidad que podría no haber muerto por el hambre, el frío o la soledad,
sino por ese golpe de remo asestado a la vida, a su voz, la voz encendida,
capaz de acariciar los verdosos pastos de Izalzu y alrededores. Una voz
convertida en canto que vivía en las hayas, los robles, en las entrañas de los
frondosos bosques, en los riachuelos que susurraban cuando la oían. Aquella
voz, aquél canto era de Gartxot, el bardo de Izalzu.
Un humilde koblari (trovador) que con su hijo Mikelot
despertaba alegrías y pasión con sus cantos tradicionales como novedosos y
creativos a todos los lugareños del lugar, así como a los monjes de la abadía
de Orreaga. Sus cantos sobre la batalla de Roncesvalles, la vida de los
pastores y sus amores hacían a todos en júbilo. Pero -maldito pero- un día se asientan los
monjes franceses de Saint Foi de Conques y con el empeño de enconar la
convivencia e implantar su propio terror, destierran a Gartxot y secuestran a
su Mikelot con el afán de enseñarle sus propias creencias y lengua. Sin
embargo, el amor paternal no duda un instante y se alza contra la Iglesia y el
poder preestablecido para recuperar a su hijo. Y no mediante la fuerza, sino
mediante la poesía y el canto que será el arma que alzará al pueblo oprimido.
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