Desde que la asociación Kebenko puso en marcha esta
iniciativa han sido muchos y muy variados los temas alrededor de los cuales se
ha celebrado este día dedicado al uskara roncalés. Este año hemos decidido
dedicarlo a la mujer roncalesa, en un intento de reconocer algo de lo mucho que
ha supuesto y supone su aportación a nuestra cultura y manera de ser.
En todas las sociedades y culturas el papel de la
mujer es clave, pero en la roncalesa creemos que lo es más, si cabe. Al ser las
dos principales actividades económicas la ganadería trashumante y la
explotación forestal muchos de los hombres roncaleses estaban obligados a pasar
varios meses fuera de aquí con sus ganados o con las almadías.
Durante esos largos meses eran las mujeres las que
quedaban a cargo de la mayoría de las tareas: cuidar a ancianos y niños,
atender la casa con sus animales y sus huertos, administrar la economía
doméstica etc. Aún siendo todas estas tareas muy importantes también lo son
otras menos visibles: mantener y transmitir la cultura roncalesa con su idioma,
sus tradiciones, sus costumbres, sus cantos y oraciones etc. Y también cuando
fue necesario fueron capaces de salir a trabajar fuera del territorio para
poder complementar la economía de las casas.
Se puede afirmar que gracias al papel de las mujeres
roncalesas esta sociedad ha mantenido su personalidad durante tantos siglos.
Como una trenza que recoge todo el pelo disperso y le da unidad y consistencia
así ha sido el papel desempeñado por la mujer en esta sociedad. Serían
innumerables los ejemplos que se pueden poner para demostrar esto que estamos
diciendo, pero solo vamos a contar dos anécdotas en las que se aprecia este
papel. Están referidas a dos de los elementos más característicos de nuestra
cultura: el uskara y el traje roncalés.
En cuanto al uskara señalar que la primera constancia
escrita corresponde a la declaración de una mujer acusada de brujería en el
siglo XVI en un proceso que se celebró en Burgui. Estaba acusada por ser mujer
y fiel a sus costumbres que no eran las del poder dominante del momento. Pero a
su vez los últimos documentos hablados de nuestro idioma también son de
mujeres, de esas mujeres que decíamos antes que alargaron la vida del uskara en
esta tierra más allá de la lógica que la economía, la geografía y el poder
hacían pensar.
En lo que
respecta al traje, contar que el paso en el siglo XVIII del tocado tradicional
a la mantilla fue fruto de una revuelta femenina. Dado lo trabajoso que era
preparar aquel tocado y la cantidad de tareas que tenían, algunas mujeres
solicitaron poder usar mantilla para ir a misa. Los hombres de la junta no les
concedieron ese permiso pero ellas siguieron erre que erre y algunas de ellas
se presentaron un domingo en misa con la mantilla. ! Qué osadía! Las llevaron
al calabozo pero ni así lograron que desistieran y al final no quedó otro
remedio que hecerles caso. Os imagináis hoy el traje femenino roncalés sin la
mantilla que tanta vistosidad le da.
Son estas dos pequeñas pinceladas que simplemente
ilustran la justicia y necesidad del tema elegido para este año.
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