La trashumancia
Un estilo de vida de los pastores roncaleses
Una mirada atenta a los cuarteles del escudo de nuestro valles nos indica que los antiguos
moradores de este valle realizaron hace muchos siglos gestas memorables e
heroicas que fueron recompensadas por los
monarcas navarros.
Dos son los hechos históricos que debemos relatar. En primer lugar la legendaria batalla de Olast acaecida hacia los años 785 cerca de Yesa junto al puente de los Navarros, en la que una mujer roncalesa cortó la cabeza del poderoso Abderraman.
Y el episodio bélico de Ocharan, despoblado de las
Bardenas, en el que el ejército roncalés combatió activamente derrotando a las
tropas musulmanas que hostigaban el sur del reino.
En agradecimiento a su valor y lealtad se concedió a los roncaleses y roncalesas el privilegio
perpetuo de utilizar los pastos de las Bardenas Reales, hasta entonces
patrimonio de la Corona. Privilegio y derecho que seguirá siendo confirmado
por los sucesivos monarcas.
Quizás aquellos intrépidos luchadores no eran conscientes de lo que
suponía esta concesión, pero la realidad es que partir del siglo XVII, cambió
su forma de vida y cambiaron las armas por el pastoreo.
Los historiadores nos hablan de que en 1684 se juntaban en las Bardenas
200.000 ovejas---una cifra posible ya que en aquella época las
Nos cuesta contabilizar los millones de ovejas y millares de pastores
que durante siglos bajaron del valle a las Bardenas. Una ruta de ida y vuelta
de
Al llegar la San Miguelada los pastores y rapatanes, ataviados con sus
espalderos y abarcas, una vez contadas y marcadas las ovejas de cada casa, se
agrupaban para iniciar la trashumancia. Por delante iban los chotos o iraskos
con sus trukos o esquilones, los pastores repartidos entre el rebaño y detrás
los perros azuzando a las ovejas remolonas.
Una nube de polvo envolvía el rebaño, mientras que los jóvenes que hacían la trashumancia por primera vez,
volvían su cabeza con lágrimas en los ojos despidiéndose de su familia que se
quedaba en el pueblo. Unas familias a las que esperaba un crudo invierno y que
todavía tenían que decir adiós a las jóvenes mujeres que irían a trabajar a las fábricas de Maule.
La marcha por la Cañada duraba entre 7 y 10 días y se atravesaban los pueblos del valle de Roncal,, Castillo Nuevo,
Sierra de Leire, Yesa, Sanguesa, Gabarderal, Descampado de la Peña, Caseda,
Carcastillo hasta llegar al Paso, punto de entrada a las Bardenas.
Tras lanzar unos cohetes, por delante del monumento de piedra al pastor Bardenero,
entran con estrépito los rebaños de Zaraitzu y Erronkari que pasarán el
invierno en los pastos de la ribera. Unos se quedarán en el Plano cerca del
Paso, otros se instalarán en la Bardena Blanca y algunos bajarán más al sur
hasta la Bardena Negra.
Un año más las viejas cabañas y apriscos cobraban vida. Unas cabañas sin
luz eléctrica, con una chimenea de leña al fondo que hacía de estufa y de fogón
para cocinar, con dos bancos de piedra a cada lado, uno para dormir y el otro
para sentarse y con unas estanterías de madera clavadas en las paredes para
colocar los productos comestibles, utensilios de cocina y objetos básicos de
higiene. Unas cabañas sin muchas comodidades.
Los pastores de las cabañas al caer la noche encerraban su ganado en el
corral. Después entraban en penumbra a su cabaña y prendían con una tea la leña
seca. Poco después preparaban en el
fuego su cena. El interior de la cabaña se caldeaba y se hacía más acogedora.
Afuera ladraban los perros. Las ondas de un pequeño transistor les acompañaban
mientras cenaban. No tardarían mucho en acostarse junto a las brasas del fogón
pues al amanecer les esperaba un duro quehacer.
Sin embargo ellos sabían que no estaban solos…que tenían amigos no solo en
las otras cabañas , sino también en los pueblos cercanos a los que se desplazaban
cada cierto tiempo para realizar las compras. Y sobre todo sentían que sus
familias esperaban su regreso al final de cada primavera.
Durante los largos y fríos inviernos las mujeres que se quedaron en nuestros
pueblos se convirtieron en las guardianas de los hogares, cuidando de la
familia y manteniendo vivo el uskara y nuestras tradiciones,
Algunos pastores roncaleses se quedaron a vivir en los pueblos
limítrofes de las Bardenas. Pero la mayoría regresaron al valle con una gran ilusión.
Seguramente que el camino de vuelta a casa sería más llevadero y que su corazón
latiría con más fuerza a la hora de
abrazar a sus seres queridos De nuevo el valle había renacido.
Reencuentro intenso pero demasiado breve ya que los pastores debían
seguir con sus rebaños hacia Belagua, Belabarce, Santa Barbara y otras sierras
para adecentar las muideras, ordeñar el ganado y comenzar la producción
artesanal del afamado queso roncalés .
La vida de hoy de nuestras pastoras y pastores es muy diferente y poco
tiene ver con la transhumancia de aquellos primeros años. Esa vida tan dura que
llevaron nuestros mayores se ha ido modificando y las familias que han optado
por el pastoreo pueden llevar una vida
más digna.
Sin embargo la realidad es que nuestro sector primario no está pasando
su mejor momento y tenemos que apoyarlo,
posibilitando que el trabajo de nuestras ganaderas y ganaderos vaya mejorando y
buscando nuevas alternativas para que sea un trabajo rentable y atractivo para todas
las personas que en un futuro apuesten
por él y quieran vivir en nuestro valle.
Koldo Viñuales
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