Tumba de los Reyes enterrados en la Catedral de Lescar
Seguramente
fue la noche del el 22 al 23 de julio de 1.512 cuando los reyes de Navarra Juan
y Catalina huyeron de Iruñea, la histórica capital de Vasconia y de su reino,
adonde ya no volverían más, ni vivos ni muertos. Su primera parada en la huida
fue Ilunberri-Lumbier. Habían gobernado Navarra desde 1.483.
Durante
su largo reinado habían tenido diversas vicisitudes en sus relaciones con
Aragón y con castilla, habiendo llegado a firmar en diferentes momentos y con
diferentes contenidos un buen número de pactos. Tuvieron once hijos y una de
sus hijas, Magdalena, murió en Medina del Campo, retenida en calidad de rehén
por los Reyes Católicos.
Juan
III, conocido por su origen como Juan de Albret o de Labrit, era un soberano
culto y bien instalado en el Renacimiento. Introdujo en Navarra el invento
emblemático de la época, la imprenta, trayendo de Paue-Pau al impresor Gillaume
Brocard, que años más tarde –paradojas de la vida– sería quien editase la
biblia políglota de Alcalá de Henares de Cisneros.
Catalina
de Navarra, conocida también como Catalina de Foix, y Juan III fueron agentes y
víctimas en aquellas enormes convulsiones del siglo XVI. En la guerra de la
conquista, en que Navarra fue atacada por Castilla desde el sur y abandonada
por Francia en el norte. Tuvieron que huir, pero no se resignaron nunca.
Utrinque roditur, es decir, se me roe por uno y otro lado, de cuya expresión
hizo lema su antecesor, el príncipe de Viana. En la estatua yacente de Carlos
III y su esposa en la catedral de Iruñea hay dos perros que se disputan un
hueso. Utrinque roditur.
Juan
y Catalina nunca se rindieron, nunca desistieron de volver a conquistar el
reino y siguieron hasta sus muertes, acaecidas en 1.516 y 1.517, impulsando
actuaciones e intervenciones para la reconquista, tanto por medios diplomáticos
como militares.
Lectura del manifiesto en la Catedral de Lescar
Navarra,
gobernada por Catalina y Juan, era un estado de Europa. Era una nación de
Europa con audiencia y consideración, aunque su territorio había sido una y
otra vez amputado por Castilla y Aragón, siendo el último de los territorios
perdidos, en 1.446, el de la Sonsierra de Navarra, lo que ahora se llama Rioja
Alavesa y San Vicente de la Sonsierra, pertenecientes, por cierto, al
Principado de Viana.
La
primera contraofensiva fue preparada en el propio año de 1.512 , en pleno
invierno, en contra de las costumbres militares. Llegaron hasta las propias
murallas de Iruñea. Los castellanos estaban rodeados, pero estaban dentro de la
ciudad, tenían amedrentados a sus habitantes y no se produjo la rebelión
interior con la que contaban. Tuvieron que retroceder, pero habían recuperado
por primera vez –de las varias que lo harían– la sexta merindad de Iparralde, y
ello tendría sus consecuencias en el futuro.
Participantes en el homenaje
En
1.516 volvieron a organizar otra contraofensiva y encomendaron su dirección
militar al mariscal de Navarra, pero fue apresado y también este intento
constituyó un fracaso militar. No en vano los mismos tercios del duque de Alba,
que conquistaron Navarra, eran los que arrasarían a la población en Flandes, en
Italia, en Canarias, en el norte de África y en América.
Catalina
de Navarra y Juan III fueron enterrados en Lescar (Bearne). Pero aun después de
muertos se les persigue, negándoseles aún hoy el tratamiento de reyes. A Juan
II, marido de Blanca de Navarra, se le denominada así y, en cambio, a Juan
III se le llama Juan de Labrit, como lo demuestra la calle que tiene en
Iruñea o el Colegio de la reina Catalina, llamado simplemente de Catalina de
Foix. En la escalinata del Ayuntamiento de Iruñea figura el invasor Fernando el
Católico, que (junto con Cesar Borgia) inspiró a Macchiavello la obra “El
Príncipe”, pero no juan III, testigo de cargo de la conquista de Navarra.
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