Petri caminaba hacia su casa una tarde de invierno. Había txarpaleta en las calles. Chirrió la puerta, cuando movió la kiskenta. La casa estaba fría. Atizó con el gaiato las cenizas del fogón. El fuego se había consumido. Bajó al goñibe donde tenía guardadas las teas y los apurkines. Colocó unos buenos troncos y pronto se reavivó la llama. Era hora de cenar. Subió al sabaiao y cogió una birika que colgaba de la vieja arnaia. La empezó a asar entre las brasas y se sentó en un zundo frente al fuego.Puso su vista en el sokapar, y recordó sus tiempos de niño. Un olor a birika se extendió por toda la cocina. Fuera, en la calle, se habia levantado una fuerte uxinera.
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